jueves, 15 de diciembre de 2011

Tierra o Cruz



* Este cuento es un ejercicio. Lo escribí de una sola vez, y no se ha corregido ni revisado, porque nunca se iba a publicar. Puede estar un poco confuso. Se lo regalé a mi amiga en su cumpleaños, y fue hecho ese mismo día, ese mismo momento.


Desde este lugar veo mis pies, al fondo, seguidos de un telón de tierra seca. Los brazos abiertos y asoleados se estiran hacia cada uno de los puntos cardinales, clavados en un tronco bañado con sangre. Me cuesta respirar, y el dolor de mi pecho no es nada comparado con el de mis pies, coronados por un clavo de metal que los sujeta a un madero que parece surgir del fondo de las rocas, rasgando el cerro con mis lamentos. En mi cabeza, una corona de espinas se clava hasta los huesos del cráneo, y la sangre que corre por mi cara se mezcla con el sudor y el polvo que llega a mi boca, con un gusto metálico y salado. Corre viento y el sol al final de la tarde pareciera no querer irse sin ver el final del espectáculo que estos tres miserables dan en el cerro. Abajo un par de tipos con lanzas miran hacia el frente, y mantiene alejadas a un montón de mujeres que tratan en vano de acercarse a limpiarme. Uno de ellos, bota una jarra de agua y se ríe, le dice que mejor vaya a alimentar a sus hijos y deje que la muerte reclame lo que es suyo. Ella lo mira y con los ojos a punto de explotar en llanto le dice que yo soy su hijo, carne de su carne y sangre de su sangre. El tipo le dice algo que no entiendo, mientras empuña su lanza y la mujer se aleja. Yo no la conozco como madre, es primera vez que la veo, aunque a decir verdad es primera vez que veo a todo lo que aparece frente a mis ojos. ¿Qué hice para estar acá? No logro asociar imágenes, espacio ni tiempo.
Lo último que alcanzo es ver el camino frente a mí, y mis manos en el volante. La carretera se abre espacio, y avanzo a toda velocidad por entre los árboles, sin destino conocido, solamente dejando pasar kilómetros, ciudades, ríos y valles cuyo nombre no recuerdo. A mi lado estas tu, durmiendo, con tu pequeño cuerpo acurrucado en el asiento, y tapada con mi chaqueta. El viento que se cuela por la ventana te agita el pelo lacio que se mueve en tus mejillas pálidas como la nieve que se ve en lo alto de las montañas donde comenzamos a avanzar. Pareces dormir en un sueño eterno, de gravidez y calma que no se encuentran en el común de las expediciones y festines con Morfeo. Detengo el motor del auto, rápidamente me bajo y abro la maleta. Cuerdas, una pala, un saco, no necesito más. Comienzo a cavar, con la tenue luz de la luna que se asoma por un costado, en que la nieve comienza a dar paso a la negra tierra que tiñe el agujero que crece y crece. En cada pala de tierra que sale, una imagen se me viene a la mente. La visión nefasta de no tenerte, el despertar solo en la mañana y sentir el vacío, el llegar a tu casa y no encontrarte donde siempre estabas, el entrar sigiloso y avanzar hacia el cerco que aparece en la noche y verte desnuda, tirada en el piso durmiendo conmigo.
Pero no soy yo, ese no es mi cuerpo, ni esas mis manos. Aquel no es mi cabello, ni el pecho donde ahora apoyas tu rostro no es el mío. Tan distinta y tan igual te ves, ahora tirada en mi auto mientras yo cavo la tierra en la oscuridad y el frío. Hago una pausa y te voy a ver. Sigues acá, pero algo cambió, ahora estas con lágrimas en los ojos, y una mirada que mezcla terror y desesperación, pareces gritar pero no te oigo. Te saco de golpe y te tiro al agujero, donde te retuerces de dolor, merecidamente por puta. Te veo gritar, moverte, chillar, llorar, pero nada de eso me hará cambiar de opinión, nada. Hoy mereces morir, y que la vida se desdiga de ti, como hoy yo lo hago contigo.
Apenas puedo oír, el cansancio y el dolor de todo mi cuerpo, el frío que se cuela en mis huesos desnudos clavado a esta cruz es insoportable. Cada vez hay menos gente, el circo parece llegar a su fin. Uno de los que está a mi lado baja la vista, no hay nada que hacer, su alma lo abandona y descansará en paz, en este lugar o en otro parecido. Los tipos con lanzas son implacables, no se mueven, ni han dejado acercarse a ninguna de las mujeres que les imploran piedad con este pobre diablo. Las fuerzas me abandonan, y en un postrero esfuerzo alzo la vista para tener una panorámica de mi último día en la tierra. El tipo con la lanza me queda mirando, y le dice a las mujeres que se alejen. Toma firme la lanza y la clava en mi costado de golpe, en que siento como penetra en la carne y se me parten las costillas de dolor. Las mujeres lloran, la gente grita y yo miro al cielo, que repentinamente se pone gris, cerrándose las nubes, y comenzando a girar todo. A lo lejos se ven unos relámpagos que se acercan a cubrir a las pobres almas que aún quedan en este lugar. Siento como la vida se me va, como salgo de esta cruz y me elevo en el aire, donde abajo veo un cuerpo delgado y sin vida clavado a un madero, alrededor del cual unas mujeres lloran, donde la madre que no es mi madre abraza unos huesos que son carne sin alma, y yo que a la vez soy alma sin carne, estoy atada, al interior de un agujero lleno de tierra. Chillo, lloro, gimo de dolor, pero no hay nada que pueda hacer. Desde arriba tu me miras con los ojos perdidos, sostiene una pala en tu mano, y lentamente comienzas a tirar tierra, a tapar mi pequeño cuerpo de niña con la tierra y la nieve que congelan mi cuerpo, como latigazos helados que poco a poco me cubren las piernas, y tu que sigues la marcha del tiempo y los montones de tierra, que ahora cubren la mitad de mi cuerpo, mis pechos, mis manos, y finalmente mi cabeza. No puedo respirar ni moverme, solo siento el peso de la tierra que cae sobre mi, y el ruido de la pala que una y otra vez se entierra y cava, y sigue sepultando mi cuerpo en este valle de lagrimas. Padre, ¿Por qué me has abandonado?




Los Molles, Febrero de 2011.

martes, 15 de noviembre de 2011

Nirvana, a dieciocho años del Unplugged in New York


         Este 18 de Noviembre, se cumplen dieciocho años desde que Nirvana grabara su celebrado, y a estas alturas mítico, Unplugged en New York. Dieciocho años desde que esa fría noche Kurt Cobain subiera al escenario con sus socios de siempre, Dave Grohl en la batería y Chriss Novoselic en el bajo, a brindar uno de los shows más emotivos y estremecedores de la serie “desenchufados” de la cadena norteamericana MTV. Pero ¿Qué hace que este disco sea considerado clave dentro de la discografía de la banda y no un simple disco en vivo? ¿Cómo una banda reconocida por su sonido ruidoso, energético y caótico en ocasiones, logra el balance perfecto entre la suavidad y la tristeza? A casi dos décadas de su registro, trataremos de desentrañar las extrañas causas que rodearon la gestación de esta pieza maestra, y banda sonora de todos quienes, aún hoy, deambulamos por los noventa.

Corría el año 1993, y la banda se encontraba de gira por EEUU, promocionando su disco “In Utero”. La MTV ya había estado negociando un tiempo con Nirvana la posibilidad de que hicieran un concierto para la serie Unplugged de la cadena, pero a Cobain no le agradaba del todo dar un concierto acústico. Luego de algunos meses de conversaciones, Kurt accede y aprovechando que estaban de gira con los Meat Puppets, invitó a los hermanos Kirkwood, para que los acompañaran en la presentación. La segunda semana de noviembre, se trasladan todos a New York para comenzar los ensayos, uniéndose además Lori Goldston en el violonchelo, quien colaboró en el arreglo de la mayoría de las canciones que componen el disco, quedando cerrada la formación que daría vida al concierto, con Kurt Cobain en la guitarra y voz principal; Chris Novoselic, en bajo, guitarra y bandoneón en Jesus Doesn't Want Me for a Sunbeam; Dave Grohl en batería, y segundas voces, Pat Smear en guitarra (quien aparecía ya como cuarto miembro desde la gira de In Utero) y los hermanos Kirkwood, Curt y Cris, en guitarra y bajo respectivamente. Si bien estaban todos en New York preparando la presentación, irónicamente nunca se llevó a cabo un ensayo completo. Cris Kirkwood señalaría después que “Habíamos tocado las canciones unas cuantas veces, pero no el concierto entero. En ningún momento se realizó un ensayo en toda regla”, cosa que los tenía bastante inquietos, y no solo a ellos, sino que el mismo Cobain “estaba muerto de miedo”, observó el manager de producción de la MTV, Jeff Mason.

Y claro, si bien Cobain había accedido a realizar el show, no quería que su unplugged fuera como cualquier otro de la serie, y esto se nota en prácticamente todos los aspectos de la presentación, partiendo por el setlist ya que a diferencia de la mayoría de los unplugged, que son prácticamente un “Greatest Hits” de la banda de turno, Nirvana optó por quebrar el concepto, y presentar más bien un recorrido por ellos mismos, con sus influencias, gustos personales, e incluso caprichos, otorgando una velada sincera y humana. En cuanto a la puesta en escena, una de las observaciones más comunes es la similitud del set con un velorio. Los lirios blancos, las velas negras, todo bajo una uniforme luz púrpura, a petición del propio Cobain. Al enterarse de esto, Alex Coletti, productor de MTV, le comentó “Esto va a parecer un funeral”, a lo que Kurt le respondió “exactamente… como un funeral. Esa es la idea”.

El día antes de la grabación, Cobain anuncia a la MTV que no haría el show, comentario al cual los productores no dan mucha importancia, acostumbrados ya al mal humor de Kurt y a sabiendas que esta era una de sus tantas formas de manipularlos. A pesar de todo, el día del concierto se presenta en el plató para ver la ubicación en el set y hacer una prueba de sonido. Visiblemente nervioso e incómodo, le pide a Amy Finnerty, quien era parte del staff de la MTV, que “estuviera visible” durante el concierto, además que ubicara a todos sus cercanos en la primera fila del show. Durante la prueba de sonido, Cobain confiesa “estoy asustado, ¿la gente irá a aplaudir aunque no toque bien?” a lo que Finertty responde “pues claro que vamos a aplaudir”. A pesar de esto, y terminada la prueba de sonido, Cobain sigue en pánico y uno de los miembros del equipo de Nirvana se acerca a Finnerty, diciéndole que a Kurt “hay que darle una mano” y conseguir algo para que pudiese realizar el concierto. Finalmente, alguien de la MTV va y consigue Valium de 5 milígramos, para que Cobain pudiese salir y hacer lo suyo.

Unplugged in New York
1. "About a Girl"
2. "Come As You Are"
3. "Jesus Doesn't Want Me For A Sunbeam" (Eugene Kelly/Frances McKee; The Vaselines)
4. "The Man Who Sold the World" (David Bowie)
5. "Pennyroyal Tea"
6. "Dumb"
7. "Polly" (Cobain/Nirvana)
8. "On a Plain"
9. "Something in the Way"
10. "Plateau" (Kirkwood; Meat Puppets)
11. "Oh, Me" (Kirkwood; Meat Puppets)
12. "Lake Of Fire" (Kirkwood; Meat Puppets)
13. "All Apologies"
14. "Where Did You Sleep Last Night?" (Leadbelly)

Nirvana aparece en escena y los aplausos son espontáneos mientras toman posición en el set. Resalta la cara de funeral de Cobain, totalmente acorde a la escenografía, y que contrasta con el buen humor que se ve en Novoselic, quien toma su bajo sonriente, o el mismo Pat Smear, quien aparece en el escenario relajadamente descalzo. Kurt busca su uñeta, saluda al público y lanza “esta es de nuestro primer álbum, la mayoría no lo tiene”. Comienza la sesión con About a Girl, dotada de unos arreglos que resaltan la voz y la base melódica por sobre el resto de la canción. Impecable interpretación que al final y en medio de los aplausos, saca una sonrisa forzada por parte de Kurt, mostrando los dientes. Inmediatamente, continúan con uno de los hits del Nevermind “Come as you Are”, perfecta ejecución, donde se aprecian claramente las segundas voces de Grohl, que encajan armónicamente en la canción. Sandía calada, el resultado es soberbio, aplauso generalizado y Cobain saca la lengua mientras agradece al público, ya un poco más relajado. Una pequeña pausa para que Novoselic le pase el bajo a Grohl, y tome la acordeón, y de paso para presentar a algunos músicos, “nuestra amiga Lori Goldston, en el chello” señala Kurt, y “nuestro nuevo guitarrista, Pat. Punkrocker honorario, pero que piensa que Queen es mejor” en medio de las risas de la audiencia. Siguen con la que seguramente es la primera canción de este disco que todos sacamos en la guitarra, un cover de la banda escocesa The Vaselines, “Jesus Don´t Want me For a Sunbeam”. Acá se roban la película Novoselic, con un acordeón que remolinea melodías por toda la canción y con Dave Grohl, quien toca bajo, hace las segundas voces, y con los pies ¡sigue tocando la batería! El resultado final es hermoso. Kurt hace una pequeña pausa, toma un poco de agua, le dice al público “esta canción seguro que la estropeo” y se lanza con una joyita, el cover de David Bowie “The Man Who Sold the World”, dejando de lado las reglas del Unplugged poniendo distorsión a su guitarra, para la intro y para un breve solo de guitarra, que para efectos sonoros encajó perfecto con los simples y hermosos arreglos de Lori Goldston. Otra interpretación notable, y además una de las canciones más identificables del concierto. “No metí la pata en esta, verdad” dice Cobain al finalizar, para luego añadir “acá hay otra que si puedo estropear”. Era la hora de “Pennyroyal Tea”, uno de los momentos más emocionantes de la jornada, donde Kurt se da vuelta para decirle a sus compañeros “Me van a dejar hacer esto solo, o que”, evidenciando el hecho de que nunca la habían ensayado completa todos juntos. “¿Cuál es?” Pregunta Dave, “Pennyroyal Tea” le dice Kurt. Dave lo mira y le dice amistosamente “Hazla tu solo”. Cobain accede, y se pone el parche antes de la herida, disculpándose con la audiencia al señalar que la canción está en otro tono y que es probable que no suene del todo bien y que “esta gente tendrá que esperar. Lo haremos de nuevo” ante las risas de todo el público. Casi todos salen del escenario, y Kurt se lanza al vacio desprotegido, en una canción que se sostiene solo en la simpleza de los acordes y su desgarradora voz, que no necesita arreglos, ni más personas. Una mirada desnuda a lo que Kurt era, solo con su guitarra, donde a mitad de la canción cavila y se equivoca, baja la voz y casi susurrando canta “…warm milk and laxatives…” Continua, toma fuerzas para terminar lo que había empezado, y finalizar con un aplauso cerrado de todos los que hipnotizados lo miraban cantar esa noche. Mientras Cobain enciende un cigarrillo, Criss vuelve al escenario y le dice “eso ha sonado bien”, a lo que Kurt responde “Oh, cállate”. Indecisos del set list, deciden continuar con “Dumb” una de las canciones que mejor se adaptó al formato, con sólidas interpretaciones de Lori Goldston, y Grohl en segundas voces, y un Kurt ya un poco más relajado a medida que el show avanzaba. Con “Polly”, Cobain le dice a la audiencia que “no queríamos tocar estas dos canciones juntas, porque son lo mismo” aduciendo a la utilización de acordes similares, cosa que al público poco le importó y aplaudió con fuerza cuando comenzaron las primeras notas. Luego siguen “On a Plain” y “Something in the Way”, que continúan la misma tónica de las anteriores, ejecuciones seguras y buenos arreglos, salvo uno que otro acople en la primera, y lo melancólica y oscura que resulta la interpretación de la segunda.

Luego de nueve canciones, (y tras un intercambio de chistes con Novoselic acerca de una serie de dibujos animados que veían cuando niños,) viene uno de los momentos claves de la presentación, cuando Cobain invita al escenario a los gemelos Kirkwood. Los llama por el micrófono, “Hermanos Meat, vengan al escenario”, y mientras se acomodan con sus instrumentos, Kurt pregunta a la audiencia “¿quieren que toquemos canciones de Nine inch Nails?” mientras lee una especie de revista que se titula “Primer catálogo de curiosidades”, totalmente abstraído en la lectura, momento que aprovecha Novoselic, junto a los hermanos Kirkwood para tocar un trozo de “Sweet Home Alabama” de Lynyrd Skynyrd, ante los gritos de la audiencia y los balbuceos de Cobain. Deciden empezar con la acompasada “Plateau”, para luego seguir con “Oh Me” (canción que fue incluida en la versión especial del DVD que se reeditó en el año 2007, y que es sencillamente hermosa), para luego, con el público ya en el bolsillo, finalizar la intervención de los hermanos Meat con “Lake of Fire”, la que a mi gusto es la mejor interpretación junto a sus invitados, y en la que Cobain hace gala de toda su gama vocal, a pesar de que se equivoca al entrar el primer coro, y en donde de manera inédita, podemos ver a Kurt desprovisto de su inseparable guitarra, solo oficiándola de vocalista, detalles que a esta altura de la presentación poco importaban y que hoy parecen casi de culto. Entre gritos y vítores se despiden los Meat Puppets, y mientras esto ocurre, podemos escuchar un pequeño trozo de "Scentless Apprentice" tocado por Dave en la batería. Cobain pregunta al público “¿Algún pedido?” y se oyen los gritos “Sliver”, “In bloom”, a lo cual la banda responde tocando pequeñas piezas de las canciones pedidas. Finalmente Kurt toma su guitarra, y comienza a sonar “All Apologies”, con una honestidad brutal, tanto en la voz como en la forma de tocar, demostrando un aburrimiento absoluto de vivir, y una tristeza infinita, sacando a través de la canción todos y cada uno de sus demonios. Es tanto lo que esta canción transmite, que artistas como Placebo o Sinead O Connor, han hecho sus propias versiones. Para el final de la velada, estaba reservado el momento más alto de la presentación. Tras un breve momento de indecisión, en que incluso Dave bromea al sugerir tocar “Jeremy” de Pearl Jam y los pedidos y bromas del público (Una mujer grita desesperadamente “Rape Me, a lo que Kurt responde, “no creo que MTV nos deje tocar eso”, aludiendo al episodio de los MTV Video Awards 1992), Cobain dice “Al diablo con todos, esta es la última canción de la noche”, y no sin antes pedir al público que hicieran sus donaciones para poder comprar la guitarra de Leadbelly, músico y compositor de blues y folk, y autor de “Where did you sleep that night?” canción que por sí misma merece un artículo aparte, ya que Kurt canta como si fuera lo último que fuera a hacer en su vida (que para efectos discográficos, resulta cierto). Una adaptación cruda y turbulenta, en que Cobain deja todo en la cancha, en que su imagen cantando con los ojos cerrados, con el alma, es impactante, haciendo que la versión que alguna vez se atreviera a cantar Matt Lanegan, pase al olvido absoluto, como un mal recuerdo. Al final, y cuando se eriza la piel al escucharlo cantar, transforma un gemido en un grito que parece durar siglos, para luego abrir los ojos desorbitados y perdidos, tomar aire, y finalizar de manera perfecta, apagándose, como un aterrizaje, una actuación descollante, en la que solo quedaban los aplausos furibundos de una audiencia extasiada con el momento histórico que acababan de presenciar.

Terminado el show, se bajan del escenario y firman un par de autógrafos. Si bien los productores querían que volvieran a tocar un par de canciones más, Kurt se negó rotundamente, a sabiendas que sería imposible superar lo que ya había hecho. Las críticas ya elogiaban la grabación como una obra maestra. Y luego de su publicación un año más tarde, cuando el líder de la banda, ya se había pegado un tiro, las listas de popularidad lo catalogaron como el disco del año.

Al final, lo que queda es una sensación de tristeza al ver y escuchar este disco, un gusto amargo transmitido por cada una de las canciones y el aura de fatalidad que rodea el concierto. La batería de Dave, tocada sin estridencia, casi acariciándola, y el bajo acústico de Novoselic que contribuye a la gestación de una atmósfera musical somnolienta y triste. Todo acompañado por la voz de Kurt, que es melancolía pura, en un registro que dieciocho años después sigue sonando tan bien como el día que se lanzó, y que viene a confirmar que las grandes obras son atemporales, que trascienden épocas o tendencias, y nos acompañan eternamente, posicionando a Kurt Cobain, como uno de los intérpretes más celebres e influyentes del siglo XX.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo que falta, lo que sobra, lo que se pierde.




Parte de cero, como rueda eterna, como girasol mórbido que sigue al sol y vuelve a su punto muerto, sin doblar el cuello, sin mirar lo lejos que se encuentra el vaso sobre la mesa. La sed y yo, el vaso y el agua, el aire en el cielo, lo poco en el suelo. La ropa sin lavar, el traje sin coser, los zapatos sin lustrar. La fiebre que sube fría por tu huesuda espalda, y mis manos nerviosas que no saben qué hacer. Tu boca se abre, ese espacio eterno de calor, humedad y rabia, donde viven las cosas más dulces, las preguntas más tontas, y la mejor, la mejor de las risas, que suena como agua en el techo llovido, como copa que delicadamente se quiebra en la alfombra. A veces aparecen canciones, canciones y huracanes. Besos, gritos, susurros, pedazos de nubes que pasan despacio a mis oídos y hacen cosquillas. Algunos días me reía, otros no tanto. A veces tu lloras... y yo me quedo en silencio en esta eternidad de frío y angustia, cuando la llovizna moja la calle y los pies se me congelan, cuando contemplo los lugares donde alguna vez nos miramos, y me sacaste la lengua.